La luz es una forma de energía que deja un rastro a través de sus ondas, una huella indeleble, sobre un material sensible, que es lo que conocemos como fotografía. Lo curioso es que, algunas afortunadas veces, la simple visión de esa fotografía puede llegar a tener un efecto sobre las personas tan potente como una verdadera forma de energía. Una fotografía puede provocar rabia, ira, amor, excitación, tristeza, llanto, esperanza. La imagen fotográfica no tiene una verdadera energía acumulada o contenida, pero sí un enorme potencial para provocar un nuevo desarrollo energético por medio del sentimiento. Y para mí es ahí donde reside el valor artístico de una imagen.
Incluso hay casos en que una potente imagen puede tener un efecto perdurable en el tiempo: son aquellas fotografías que vimos una vez y que recurrentemente vuelven a nuestra memoria. Su luz volvió a volar desde el papel fotográfico para llegar a la retina y quedar grabada en nuestro recuerdo de forma imperecedera. Y a partir de ese momento, cada vez que sea invocada, volverá a provocarnos. De por vida.
Texto y fotografía: © Héctor Garrido