Sobre Fractales, por Juan Manuel Seisdedos

Cuando presenciamos el nacimiento de una obra de arte que merece la pena, que no es pura rutina, que emociona, que abre puertas a la percepción y que hace pensar, es un momento feliz. Y si la autoría de esa obra es de una persona querida la satisfacción es mucho mayor. La historia de este libro, de estas fotografías, comenzó hace años como todas las cosas consistentes que precisan de un largo proceso de madurez. Es una historia de amor, de amor a la naturaleza y al arte plástico iniciada desde la adolescencia por Héctor Garrido Guil, Chiqui para los amigos. Lo recuerdo formando parte de aquel grupo de precoces ecologistas, en el que también militaban mis hijos, y que en una Huelva sobre la que comenzaban a defecar una serie de industrias con escasas restricciones medioambientales, acometieron una serie de arriesgadas acciones que sumadas a otras iniciativas ciudadanas consiguieron oponer algo de cordura a la codicia de un sistema industrial cuyo único objetivo es el beneficio económico.
Por aquel entonces ya Héctor, en sus incursiones solitarias, prismáticos en mano, comenzaba su idilio con los pájaros a los que seguía por amor a lo que vuela, como diría Antonio Machado de los niños perseguidores de moscas. Las observaciones y el intenso trabajo vocacional lo llevan a convertirse en un experto ornitólogo y él mismo en su posterior trabajo en el Coto de Doñana, se convierte a veces en pájaro y vuela entre ellos. Y no se trata de una metáfora, porque aunque realmente vuela con la nada despreciable ayuda de una avioneta, adquiere y desarrolla la mirada del pájaro. Como una cosa lleva a la otra, lo que descubre esa mirada privilegiada, es una forma diferente de ver la realidad, las formas cotidianas y los colores. Creo que es entonces cuando Héctor encuentra el momento exacto para retomar una aplazada vocación de artista plástico que siempre tuvo. Ahora coincide la inspiración con los medios adecuados: Una naturaleza que niega parte de sus encantos a quienes vivimos a ras de fierra y un medio que ya conoce muy bien, que es la fotografía; una fotografía ligada desde su nacimiento al arte plástico y que actualmente está en el cenit de su consideración artística.
Lo que nos muestra este libro, que es a su vez una joya editorial, son una serie de otras visiones de lo real que, aunque podrían considerarse obras abstractas, no lo son en absoluto. Nunca he creído en la abstracción referida al arte plástico. Aunque para la Real Academia lo «abstracto» significa alguna cualidad con exclusión del sujeto, el sujeto está siempre presente como forma, aunque no sea asimilable a las formas identificables y como materia, aunque la materia sea solo de micras de grosor, como son las tintas que en esta publicación reproducen las fotografías de Hector.
Sin embargo, cosas del arte, esta leve materia que determina las formas seleccionadas por el artista son capaces de producir emociones especiales en el espectador. Por la belleza de las mismas; por el misterio; porque a veces estas imágenes se convierten en una especie de test proyectivo que sugiere significados surgidos del subconsciente. El mirar estas fotografías resulta a veces como dar saltos sobre la historia del arte desde sus comienzos. Están los grafismos que evocan la prehistoria; la figuración primitiva con torpes formas animales; el ojo de un cíclope que podía ser de Goya; árboles de algún refinado paisajista; incisiones de Lucio Fontana y texturas de Tapies. pasando por las veladuras delicuescentes de Turner.
Pero nada es lo que parece y queda uno sumido en una desconcertante inseguridad. ¿Son las cosas como las vemos? ¿Tanto depende nuestro ser del punto de vista? Si continuamos descendiendo por esa sugerida fractalidad hacia lo microscópico ¿podemos llegar a contemplarnos como una agrupación de espacios eléctricos réplicas del cosmos? Son cuestiones que puede plantear el arte cuando el arte no es un mero ejercicio de virtuosismo técnico. Ese arte que nos dispara las ideas y que me recuerda la letra de un fandango que me transmitió un día Manolo Garrido, el padre de Héctor: Pensamiento ¿aónde me llevas/ que yo no te pueo seguir?/ no me lleves por caminos/ donde yo no sepa ir.
Pero ese mismo arte también nos sugiere ajustar el dial en esa belleza productora de la emoción necesaria para sentirnos vivos y que nos hace detener la mirada en obras tan maravillosas como la que hoy celebramos. Gracias Chiqui por tu trabajo y por estas emociones. 
Juan Manuel Seisdedos
(Texto de la presentación del libro en la Fnac de Sevilla y en en Centro de Arte Harina de Otro Costal, en otoño de 2015)




El libro de Héctor Garrido Fractales, anatomía íntima de la marisma, puede ser adquirido en:
y

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