
Por aquel entonces ya Héctor, en sus incursiones solitarias, prismáticos en mano, comenzaba su idilio con los pájaros a los que seguía por amor a lo que vuela, como diría Antonio Machado de los niños perseguidores de moscas. Las observaciones y el intenso trabajo vocacional lo llevan a convertirse en un experto ornitólogo y él mismo en su posterior trabajo en el Coto de Doñana, se convierte a veces en pájaro y vuela entre ellos. Y no se trata de una metáfora, porque aunque realmente vuela con la nada despreciable ayuda de una avioneta, adquiere y desarrolla la mirada del pájaro. Como una cosa lleva a la otra, lo que descubre esa mirada privilegiada, es una forma diferente de ver la realidad, las formas cotidianas y los colores. Creo que es entonces cuando Héctor encuentra el momento exacto para retomar una aplazada vocación de artista plástico que siempre tuvo. Ahora coincide la inspiración con los medios adecuados: Una naturaleza que niega parte de sus encantos a quienes vivimos a ras de fierra y un medio que ya conoce muy bien, que es la fotografía; una fotografía ligada desde su nacimiento al arte plástico y que actualmente está en el cenit de su consideración artística.

Sin embargo, cosas del arte, esta leve materia que determina las formas seleccionadas por el artista son capaces de producir emociones especiales en el espectador. Por la belleza de las mismas; por el misterio; porque a veces estas imágenes se convierten en una especie de test proyectivo que sugiere significados surgidos del subconsciente. El mirar estas fotografías resulta a veces como dar saltos sobre la historia del arte desde sus comienzos. Están los grafismos que evocan la prehistoria; la figuración primitiva con torpes formas animales; el ojo de un cíclope que podía ser de Goya; árboles de algún refinado paisajista; incisiones de Lucio Fontana y texturas de Tapies. pasando por las veladuras delicuescentes de Turner.

Pero ese mismo arte también nos sugiere ajustar el dial en esa belleza productora de la emoción necesaria para sentirnos vivos y que nos hace detener la mirada en obras tan maravillosas como la que hoy celebramos. Gracias Chiqui por tu trabajo y por estas emociones.
Juan Manuel Seisdedos
(Texto de la presentación del libro en la Fnac de Sevilla y en en Centro de Arte Harina de Otro Costal, en otoño de 2015)
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El libro de Héctor Garrido Fractales, anatomía íntima de la marisma, puede ser adquirido en:
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